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Fragmentos de carbón de un árbol quemado.

En la Escuela de campo en Bosque Pehuén, nos reunimos con parte del equipo de FMA y con las cinco residentes del programa “Ecologías del Fuego”, las artistas e investigadoras Bárbara Acevedo, Pamela Iglesias, Fernanda López Quilodrán, Valeria Palma y Gianna Salamanca, que abordaron aproximaciones sobre el fuego a partir de narrativas apocalípticas, bioculturales, ecofeministas y científicas, centradas en las interacciones de este elemento situado en los bosques templados húmedos del sur. A través de un intercambio de saberes, experiencias, actividades en terreno, estudio de archivos e imágenes, ellas realizaron exploraciones colectivas sobre las epistemologías del fuego, sus interrelaciones con el cambio climático, y significancias de acuerdo con diversas cosmovisiones presentes. Los resultados de sus investigaciones fueron dados a conocer en un programa público, el martes 16 de abril 2024 en Casa Varas, Temuco.

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Ecologías de Fuego muestra pública a la Casa Varas.

Durante nuestra visita a Bosque Pehuén, la idea era tener una oportunidad para compartir historias y perspectivas sobre el fuego y los incendios, con quienes han participado de investigaciones, prácticas y debates colectivos. Por lo que han ido leyendo las señales del fuego, tanto en el paisaje físico como en el cultural. Por ello, reunirnos a conversar en torno al fuego (el de la chimenea) y luego salir a caminar por el bosque andino, fueron nuestros medios de acercamiento a estas experiencias. Todo esto, como una manera de trabajar hacia un pluralismo de ecologías del fuego, para ampliar nuestra comprensión del fuego como un conjunto de interacciones y sistemas sociales, ambientales y tecnológicos.

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Paseo por el bosque de Bosque Pehuén.

Historias sobre el fuego y los incendios

Las siguientes horas, hablamos sobre nuestras experiencias y estudios sobre el fuego y los incendios, en respuesta a preguntas específicas. ¿Cuáles son los componentes materiales, visuales, sónicos u otros componentes sensoriales del fuego en nuestro trabajo? ¿Cuáles son los diferentes componentes narrativos del fuego? ¿Cómo circula por el espacio tiempo, la memoria y la experiencia? Luego de un breve descanso, caminamos por el bosque hasta un lugar donde pudimos observar y conversar sobre las señales de incendios en el paisaje, poniendo énfasis en comprender qué entendemos por una señal del fuego y cuál es su historia.

Para que pudiésemos comprender las distintas historias que contamos sobre el fuego, primero, nos resultó necesario entender y visualizar desde qué lugares o quiénes cuentan esas historias. Actualmente en Chile , por su contexto social, político y natural, hemos sido fuertemente afectados por los incendios e influenciados por un actuar insuficiente para abordar la emergencia de esta problemática socio-natural, se ha difundido ampliamente una visión del fuego y de los incendios como un enemigo público, que amenaza nuestro bienestar como habitantes de tan diversos territorios. Poco reflexionamos sobre el fuego como elemento esencial para la vida, que moldea las relaciones naturales y sociales. Esta visión del fuego como algo a lo cual temer, no nos ha permitido ver otros aspectos fundamentales para comprender la relación de los ecosistemas y los seres humanos con el fuego. Hemos centrado el debate social únicamente sobre aspectos como: el ataque, el combate, el control , la dominación. Reproduciendo formas reificadas de relacionarnos con el fuego y, como parte de sus elementos, con la naturaleza misma. Por esto, tal como nos ocurrió aquel día, nos resultó necesario hablar del fuego como algo que ahuyenta y como algo que nos reúne.

Línea de árboles de araucaria en Bosque Pehuén

Línea de árboles de araucaria en Bosque Pehuén.

Cuando contamos la historia del fuego únicamente desde una visión satelital, desde el ordenamiento territorial o a escala de paisajes físicos, nos resulta más sencillo revisar territorios propensos a los riesgos asociados a incendios, pero a aquel incendio entendido desde una noción sumamente antropocentrista. En cambio, cuando nos desafiamos a aproximarnos a una escala experiencial o inmersiva y adentrarnos en las relaciones socioecológicas del paisaje cultural, vemos otras historias sobre el fuego y vemos sus conexiones, más largas y complejas de lo que pensábamos. Incluso vemos cómo algunas especies que se han considerado plagas aparecidas luego de incendios forestales, pero que pueden tener un rol ecológico clave para la biodisponibilidad de ciertos nutrientes en el suelo de los bosques.

Según nos cuenta una de las residentes, una de las especies arbóreas relacionadas con las plagas es la quila (Chusquea quila), un tipo de bambú endémico de los bosques del sur de Chile. Esta especie cumple una función primordial en el sotobosque, gracias a su rápido crecimiento y capacidad de extensión. Culturalmente se ha usado para hacer todo tipo de artefactos, muebles y construcciones desde tiempos muy antiguos. En la época prehispánica, se hacían pequeñas quemas controladas para dejar entrar esta especie y para que el sotobosque estuviese más frondoso, según Luis Otero y otros investigadores que se dedicaron a estudiar la influencia cultural de la quila en la historia del fuego. Al mismo tiempo, esta interacción que tiene la especie con su entorno, llegó a ser mal vista en épocas posteriores, cuando emerge la agricultura masivamente, porque al florecer y secarse (en periodos que no tienen una regularidad comprobada), traía malos augurios para las personas, tales como plagas de ratones de cola larga (vinculados al virus anta) y catástrofes socio-naturales. Se suele vincular con los incendios, porque después de que florece la quila, se seca y queda como material combustible disponible en el bosque.

Colihue en Bosque Pehuén

Colihue en Bosque Pehuén.

A propósito de la narración de una de las residentes del ciclo “Ecologías del Fuego”, donde nos cuenta que luego de algunos incendios forestales, muchos nutrientes suben y quedan disponibles para plantas que quieran establecerse después del incendio. Sebastián Carrasco de FMA, nos explica que el fuego y las especies que le suceden, ayudan a “subir” a estos nutrientes y así las plantas los pueden consumir con mayor facilidad. A esto se le llama hipótesis de la perturbación intermedia. La cual refiere a que el paso del fuego, visto como una perturbación en intensidades intermedias, puede explicar la diversidad de especies en ciertos ecosistemas. Por el contrario, los ecosistemas que tienen perturbaciones muy bajas o perturbaciones muy altas, presentan menos riqueza y abundancia y son menos diversos, por tanto, menos resilientes. Esto nos entrega pistas sobre la capacidad de adaptación de algunas especies de la Araucanía Andina, su evolución y cambio como única constante, donde el equilibrio con la presencia del fuego se nos presenta como un factor protector.

Sebastián Carrasco dibuja una diagrama de la ecología de fuego en el suelo

Sebastián Carrasco dibuja una diagrama de la ecología de fuego en el suelo.

Una de estas especies adaptadas a episodios de incendios es la araucaria (Araucaria araucana) o pewen en lengua Mapuche, considerada un árbol sagrado para la cultura Pewenche y, además, una especie arbórea declarada Monumento Nacional en Chile. La araucaria ha coexistido con el fuego miles de años. Tiene una corteza dura y es capaz de resistir al paso del fuego, porque ha estado conviviendo alrededor de los abundantes volcanes que configuran la geografía andina. Pamela nos cuenta que cuando visitaron la Reserva Nacional China Muerta el paisaje era abrumador pues se veía todo quemado. Esta reserva forestal sufrió un gran incendio el 2015, donde las cifras oficiales indican que, según CONAF, resultaron afectadas 3.675 hectáreas, y 2.900 hectáreas, según el Laboratorio de Teledetección Satelital de la Universidad de La Frontera, de las cuales 1.550 se localizaron en la Reserva Nacional China Muerta y casi la mitad de esta superficie es ocupada por bosques de araucaria. Desde lejos, el paisaje era tremendo, desolador, sin embargo, al acercarse, ella nos contaba que sentía que no era tan dantesco ni apocalíptico, pues podía ver que había brotes de araucaria por todos lados, incluso algunos saliendo de árboles completamente quemados, habitualmente denominados “muertos en pie”. Estos árboles representan un tremendo valor de memoria biocultural, pues no sólo son legados biológicos para su misma especie y otros organismos que nacen o se desarrollan en ellos, sino que también legados culturales, pues nos hablan de otros momentos y acontecimientos, siendo una fuente de acceso a una temporalidad antigua, de paisajes ancestrales.

Los arboles de araucania, tambien se llama 'pewen' en Mapudungun y 'monkey puzzle' en ingles.

Los arboles de araucania, tambien se llama 'pewen' en Mapudungun y 'monkey puzzle' en ingles.

Sin embargo, al recorrer estos paisajes a través de caminatas, memorias y narraciones, surge una interrogante que inquieta a las residentes. ¿Qué pasa cuando trasladamos el fuego al Valle Central de Chile, en zonas con especies y poblados que no están necesariamente acostumbradas o adaptadas a recibir este disturbio? Cuando transita este fuego que es tremendamente intenso y arrasa con todo. ¿Cómo nos recuperamos de eso después?

Un árbol de araucania que fue impactado por el relámpago

Un árbol de araucania que fue impactado por el relámpago.

Un artículo de Moritz y coautores, nos indica que el fuego se diferencia de otros peligros en que, en este caso, la atención se centra más en combatirlos y en cómo el enfoque de mando y control, típicamente utilizado en el manejo de incendios, descuida el papel fundamental que tienen los eventos de incendios en el mantenimiento de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos. Así, este aspecto nos resulta clave, ya que no hay muchas investigaciones en esta área. Mientras que en estas conversaciones nos acercamos a entender que no se trata solo de mando y control, sino de cómo aprender a coexistir con los incendios. Por ello, nos preguntamos ¿Qué tipos de organización social o de diseño ambiental son más beneficiosos para el manejo de los incendios? Ya que entendemos que las comprensiones del fuego cambian en relación a la escala, también a nivel de plantas, interacciones entre organismos, paisajes, culturas, pueblos o ciudades. De este modo, creemos que la escala y perspectiva del fuego es algo aún por investigar.

Tal como nos compartieron las residentes de “Ecologías del Fuego”, podemos entender cómo desde una visión únicamente centrada en el ordenamiento territorial y la panorámica satelital de los paisajes físicos, el fuego o los incendios, con la carga social que contiene esta palabra, pueden ser vistos como plagas. También, desde otras visiones y cosmovisiones, logramos comprender que, en otros momentos, esos incendios pueden entenderse como una manifestación del fuego que favorece el equilibrio de la naturaleza. Entonces, para nosotros esa conexión es interesante, porque podemos entender por qué al decir “estamos plagados de incendios forestales en Chile” estamos reduciendo demasiado el análisis de un conflicto socio-natural, que bien puede ser una gran oportunidad para cuestionarnos nuestra relación con la naturaleza y sus elementos.

Ahora bien, las narraciones sobre la manera en que el fuego se relaciona con los distintos ecosistemas y asentamientos humanos, nos adentraron poco a poco a la necesidad de distinguir los efectos de los incendios en los bosques, caracterizados por la presencia de biodiversidad, ya sean estos compuestos por especies endémicas, nativas o exóticas. Comparado con el efecto de los incendios en los conjuntos arbóreos de monocultivos forestales, extensamente presentes en Chile, donde aproximadamente el 60% de esta superficie corresponde a pino radiata, el 33% a especies del género eucalipto y el resto a otras especies, tales como, átriplex, tamarugo y pino oregón. Estas plantaciones se encuentran localizadas principalmente entre las regiones de O’Higgins y Los Lagos. De acuerdo con estadísticas de Conaf, en el período 2010-2022 las plantaciones forestales han sido el principal tipo de vegetación afectado por los incendios (a un promedio de 44.000 hectáreas anuales), lo cual representa el 40% del área total quemada (comparado con un 17% para los bosques nativos). En la década 1990-1999, los incendios de las plantaciones forestales afectaron a 10.000 hectáreas anuales, lo cual correspondía a un 20% del área total quemada. Por ello, nos llama fuertemente la atención que incluso instituciones como Conaf, denominen a estas plantaciones como bosques, ya que vemos cómo carecen de un elemento constitutivo de estos que es la biodiversidad y la homogeneización del paisaje, el cual es finalmente uno de los factores claves en la propagación de los incendios. La cual permite no sólo la resistencia a los efectos del fuego, su propagación, intensidad y frecuencia, sino que también permite la regeneración de estos ecosistemas, una vez afectados por incendios.

Valeria nos comparte su preocupación por la intencionalidad humana en los incendios forestales, considerando no sólo el hecho de cómo se inicia el fuego, sino que también al ver la manera en que se han manipulado los paisajes en Chile, donde las plantaciones forestales han ganado cada vez más extensiones territoriales. Con altas densidades y escasa fiscalización por parte de las autoridades pertinentes respecto a sus prácticas de manejo, las cuales deben apegarse a una legalidad que ya es bastante permisiva en este aspecto. Según ella, esto releva el hecho que el problema no surge de la especie utilizada en los monocultivos necesariamente, sino que de las prácticas humanas al realizar monocultivos, debilitando ecosistemas y generando paisajes altamente propensos a incendios forestales destructivos.

Esta conversación nos evoca una frase difundida por el geógrafo Jorge Felez-Bernal, investigador asociado al Centro de Ciencias Ambientales EULA-CHILE y Facultad de Ciencias Ambientales de la Universidad de Concepción, en donde señala que “Chile es un país configurado para el desastre”, refiriéndose a los incendios forestales. De allí surge la inquietud de Valeria, al sentir una gran responsabilidad y compromiso en compartir los hallazgos de las investigaciones en las que trabaja, puesto que ve una desconexión entre el desarrollo de las ciencias en este aspecto, la educación de las personas y, por tanto, su grado de responsabilidad e involucramiento en esta temática. Una de las maneras para conectar estos aspectos que le ha permitido la experiencia de “Ecologías del fuego” son los elementos artísticos como la ficción, que pueden ser utilizados para contar historias desde otras perspectivas, por ejemplo, desde la perspectiva de los árboles al verse afectados por los incendios y por la destrucción que producen en sus ecosistemas los seres humanos. De este modo, tomar conciencia de otros seres vivos involucrados en las acciones humanas y, desde ahí, construir formas más respetuosas de relacionarse con la otredad de estos seres.

Una arboleda de Nothofagus (Coihue) en Bosque Pehuén

Una arboleda de Nothofagus (Coihue) en Bosque Pehuén.

Culturas del fuego

En lo que hoy conocemos como Chile, no sólo existe una gran diversidad territorial, geográfica y ecosistémica, sino que también existe una gran diversidad cultural. Muestra viva de ello, son los distintos pueblos originarios o indígenas que han habitado este territorio y coexistido con sus elementos por cientos, incluso, miles de años. Al caminar y adentrarnos en este bosque de historias, comenzamos a preguntarnos sobre la manera en que interactúan las prácticas culturales sobre el fuego y los incendios, con los paisajes y cómo podrían o deberían modelarse estas prácticas culturales, para enfrentar nuestras problemáticas actuales.

Pamela nos cuenta que vive al lado de una plantación forestal de monocultivo. Y que como familia suelen hacer quemas controladas, lo cual es beneficioso para ellos, pues permite cierta coexistencia con estas plantaciones. Pero cuando pudo experimentar el relacionar con el bosque en la reserva de FMA, sintió que era otra la relación con el fuego. Ella creía que era casi imposible que este bosque se incendiara, por la humedad que contiene. Sin embargo, al conocer historias de incendios pasados en Bosque Pehuén, que antiguamente fue un fundo de explotación forestal y tuvo episodios de incendios intencionales y naturales, experimentó otros lenguajes y componentes ajenos al fuego como algo destructivo, pues sentía que en el bosque se estaba manteniendo una dinámica armónica entre el fuego como elemento originario de la vida con un espíritu que le habita, el ngen-kvtral en mapudungun, y la mawiza o montaña, en la misma lengua Mapuche.

Así, tal como en el mito originario respecto a la primera tejedora Mapuche, que Pamela utiliza como punto de inicio para su investigación artística, el fuego como elemento vital y espiritual, juega un papel clave para reunir a aquella niña con la araña antigua que le enseñará a tejer. Del mismo modo, ella ve que la experiencia en la residencia de “Ecologías del fuego”, fue una instancia en donde el fuego las reunió como mujeres, tanto materialmente, alrededor de la chimenea y la cocina a leña, como conceptualmente, a través de sus exploraciones artísticas y científicas. El tejido de esta red de colaboración, les permitió conocer nuevas perspectivas y aprender nuevas prácticas y hábitos en torno al fuego como elemento relacional. Lo cual las motivó a co-crear un recetario colaborativo, el cual produjeron y expusieron colectivamente, junto con sus investigaciones.

El grupo de la escuela de campo investiga las enseñales del fuego.

El grupo de la escuela de campo investiga las enseñales del fuego.

Notamos como esta práctica de reunirse en torno al fuego para sostener aspectos vitales como son el calor y la alimentación en un hogar, son extensivas tanto en La Araucanía, como en otras regiones del sur de Chile. El libro “Guardianas del calor: mujeres y el cuidado del calor de hogar”, recopila una serie de relatos, con el objetivo de valorar, comprender y aprender de las estrategias y experiencias ejercidas por las mujeres para el cuidado del calor en sus hogares durante las temporadas de frío en condiciones de vulnerabilidad relacionadas a las viviendas sociales, donde se concentran la mayoría de los problemas de ineficiencia energética. Según los antecedentes recopilados en este libro, las bajas temperaturas al interior de las viviendas del sur de Chile, son el resultado de dos factores principales. En primer lugar, las limitaciones económicas de los hogares para generar el calor necesario, ya sea por falta de recursos para pagar la calefacción o acceder a las tecnologías adecuadas. Y, en segundo lugar, que las viviendas carecen de aislamiento térmico adecuado, y la mayoría de las construcciones no cumplen con ningún estándar de calidad térmica, que les permita enfrentarse a las condiciones climáticas de estas latitudes. Por esta razón, en las regiones del centro y sur de Chile, enfrentamos un problema generalizado, lo que las autoras denominan como privación del calor. La privación de calor conforma la experiencia de vida de la pobreza energética, impactando la cotidianidad de las personas, su salud integral y afecta fuertemente sus decisiones respecto al uso responsable del fuego.

Sopa de lentejas y fuego para concinar.

Sopa de lentejas y fuego para concinar.

Maya Errázuriz, de FMA, nos comenta que recientemente pudo visitar la Región de Magallanes, donde se enteró que se han realizado investigaciones en Tierra del Fuego, en relación a prácticas ancestrales de incendio, donde hablaban de marcas culturales en los troncos de los árboles, asociados al uso del fuego por parte de los habitantes del pueblo Kaweskar, llamados fueguinos por los colonos. Los Kaweskar son un pueblo originario de la zona Austral de Chile y Argentina. Hasta mediados del siglo xx eran nómadas que recorrían en canoas los canales australes de la Patagonia occidental, entre el golfo de Penas y el Estrecho de Magallanes. En el último siglo su población se vio reducida por matanzas y muertes por enfermedad, así como abandono de sus grupos de origen. La práctica estudiada consistía en quemar ciertas partes del tronco para extraer un trozo de la corteza sin necesidad de derribar el árbol y, de esa manera, generar las canoas de las cuales dependía su subsistencia. Esas marcas quedan en el tiempo, en aquellos árboles que perduran vivos. Y al realizarles estudios de dendrocronología , se marcan esos puntos de intervención cultural, lo cual llaman marca cultural relacionada a incendios. Aunque es necesario explorar aspectos como la frecuencia e intensidad de estas prácticas, nos resulta interesante la cultura del fuego de los Kaweskar, ya que las familias vivían en canoa todo el tiempo y mantenían encendido un fuego al centro de la canoa para calentarse y cocinar. Cómo el fuego constituía un elemento clave para sobrevivir en ese ecosistema tan desafiante.

Esta relación con el fuego, desde lo cotidiano y vital, nos entrega pistas para una comprensión nueva sobre los incendios, entendiéndolos como una manifestación del fuego que está en constante relación con otros procesos, tanto naturales como sociales. Esta nueva y necesaria comprensión, nos habla del fuego como un sistema relacional, que transforma y reúne, pero que también puede desequilibrarse y ser sumamente destructor y peligroso. Llegados a este punto en nuestro andar, nos preguntamos cómo podemos acercarnos a estas perspectivas distintas y, a veces, tan distantes sobre el fuego, para comprenderlas y hacerlas parte de nuestras prácticas. Pues al entenderlo como un elemento por separado, corremos el riesgo de no dimensionar su influencia sobre lo que nos rodea.

Reflexionamos que, al igual que con otros sistemas relacionales en la naturaleza, necesitamos experimentar con el fuego para aprender a relacionarnos equilibradamente con él. Al verlo como un elemento carente de vida, separado de otros o como un objeto, nos disociamos de su comportamiento y no nos preocupamos por mantenerlo vivo y cuidar de él. En un mundo donde el acceso a experimentar con y en la naturaleza sigue siendo desigual, es desafiante lograr difundir esta comprensión. Sin embargo, la sabiduría ancestral, inmersa en nuestras prácticas culturales, nos entrega oportunidades para re-conectarnos con la necesidad de sentir al fuego como algo propio, constitutivo de nuestra subjetividad y, por tanto, de nuestra manera de relacionarnos con nuestro entorno. Esta sabiduría ancestral nos invita a ser parte del sistema relacional del fuego y de su comunidad, para que, como comunidades, aprendamos a ser más resilientes frente a los desastres socio-naturales en los que pueden convertirse o no los incendios forestales.

Un árbol de araucania con madera carbonizada.

El grupo de la escuela de campo investiga las enseñales del fuego.

Señales del fuego en el bosque

Al comenzar a buscar señales del fuego en nuestra caminata por Bosque Pehuén, Sebastián Carrasco de FMA nos comenta que gran parte del bosque vivo que podemos ver es bastante jóven, ya que las especies a menor altura deben tener no más de 40 años, producto de las talas que se realizaban cuando era una zona de explotación forestal y de los incendios en la historia reciente. Sin embargo, es posible reconocer las historias de este ecosistema gracias a las señales del fuego. Para lograr percibir estas señales del fuego en el bosque, le preguntamos a las residentes qué herramientas sensoriales les habían permitido la posibilidad de expandir sus nociones en torno al fuego, o bien, adentrarse en sus investigaciones. Conversamos sobre qué es lo que les entrega el entorno, al aproximarse desde el sonido, la textura, la imagen, y cómo cambia esto su forma de relacionarse con el bosque. Esta aproximación nos permitió buscar formas para aportar a la educación en torno al fuego y los incendios.

Bárbara quiso empezar por lo que ella consideraba lo más básico, antes de resaltar alguna práctica o técnica. Y dice relación con la experiencia de las caminatas en el bosque, donde surgen un conjunto de impresiones, al caminar y respirar en un espacio, observar, tocar, todo aquel conjunto de impresiones sensoriales. Por el simple hecho de cambiar el formato de recepción de la información que suele tener en otros lugares. Pues, al igual que Fernanda, ella vive en la ciudad, donde suele estar muy acostumbrada a consumir información a través de pantallas y elementos audiovisuales, lo cual resulta muy liso, muy estéril. Entonces, sólo al cambiar esta predisposición para ver y observar de otro modo, se configuró como un elemento clave. Por su parte, Gianna comenta que una de las cosas que más le ha llamado la atención es la temperatura. Cómo con los cambios de temperatura que hemos experimentado, cuando van al bosque, cambia su temperatura corporal. Esto le ha permitido comprender al bosque como a un otro, con su propia temperatura corporal.

Restos de madera quemada de prácticas anteriores de gestión de la tierra.

Restos de madera quemada de prácticas anteriores de gestión de la tierra.

A Valeria le pasó algo similar, especialmente cuando tuvieron la experiencia inmersiva con Agencia de Borde, porque implicaba entrar en un bosque y mirarlo con otros sensores , sensores corpóreos, como la temperatura. Y se dio cuenta que al estar con ropa lo más probable es que esté dejando de leer, de sentir y de percibir todo lo que está alrededor. Incluso el sentido que tienen las rocas en los pies o también el miedo al tacto, el sonido del viento, principalmente el Puelche. Son vientos distintos, se mueven de forma distinta y pudo sentir también cómo se movían. En ese sentido, entendió que su cuerpo también es un sensor y que es capaz de percibir ciertos cambios de temperatura y de atmósfera. Quizá el cuerpo como un sensor ha sido lo más interesante para alguien como ella, que no está acostumbrada a entender el mundo a partir de su piel, de su tacto, de cómo ve y huele. Suele estar pendiente de como geolocalizar acontecimientos, como parte de su trabajo . En cambio, al aproximarse al bosque desde esa escala inmersiva fue bastante diferente, he hizo que cambiaran muchas de sus reflexiones.

Fragmentos de carbón de un árbol quemado.

Fragmentos de carbón de un árbol quemado.

Esta idea del cuerpo como un sensor, nos resulta clave en un mundo hiper-tecnologizado, pero con acceso desigual a una sobreproducción de datos digitales, pues pareciera que para la ciencia los datos nunca son suficientes y siempre hay más incógnitas. En este contexto, el cuerpo como un sensor es una oportunidad de re-conectar con aquello más propio de los seres humanos, que compartimos con otros animales, como parte de la naturaleza. Pero también como una oportunidad de acercamiento a aquellas personas que no pueden acceder a los sensores digitales, para de esta forma experimentar la naturaleza o el entorno. En ese sentido, el cuerpo como sensor es un medio democrático, porque cualquier persona puede acceder a usarlo, con las condiciones, el aprendizaje o la guía adecuada. Del mismo modo, este sensor corporal nos permite aprender a leer el comportamiento del paisaje, lo cual resulta clave al enfrentarse a la presencia del fuego o de un incendio.

Caminata durante la escuela de campo en Bosque Pehuén.

Caminata durante la escuela de campo en Bosque Pehuén.

Recordando una de las conversaciones que tuvieron con Fernanda, directora de la Corporación Altos de Cantillana, las residentes comentaron sobre lo difícil que es predecir cómo avanza el fuego en un incendio forestal. Sobre todo, al considerar cómo el cambio climático y los cambios en los paisajes, han cambiado el comportamiento de los vientos. Nos resulta necesario entonces reaprender a leer el paisaje para poder prevenir incendios forestales o para poder relacionarnos de mejor manera con la naturaleza. Esto se relaciona, además, con el hecho de que los incendios pueden llegar a generar sus propias condiciones climáticas. A propósito de esto, hay investigaciones, como las de Álvaro Gonzalez, profesor de la Universidad Austral de Chile (UACH) , que demuestran que por muchos elementos de combate disponibles para enfrentar un incendio forestal descontrolado, estos suelen ayudar sólo a apaciguarlo o a direccionar su avance, pero la mayoría de los incendios de grandes extensiones o mega incendios forestales, suelen terminar de apagarse por condiciones propias, lo cual se ha denominado como tormentas de fuego. Ante esto la dificultad para predecir la ocurrencia y avance de incendios forestales, es cada vez mayor.

En este contexto, la necesidad de aprender a experimentar con la naturaleza y sus elementos, como sistemas relacionales, se vuelve clave para avanzar hacia el cuidado de los ecosistemas y de la vida humana. Cuando Pamela nos comentaba que ha logrado identificar un “árbol madre” dentro de Bosque Pehuén y ha vuelto a visitarlo cotidianamente durante su residencia, nos resultó evidente la importancia de concientizar el ejercicio de significar los elementos de nuestro entorno, para sentirnos involucrados íntimamente con ellos. La sensación de que el bosque está en constante cambio y que, a la vez, somos tan ínfimos ante sus procesos, requiere de aquella significación para dar sentido a nuestra existencia dentro de estas transformaciones. La psicología ambiental se ha dedicado a comprender el papel de los factores conductuales y mentales implicados en la relación del ser humano con la naturaleza. Gracias a ello, hemos podido entender que la valoración positiva de la naturaleza y el involucramiento con su cuidado, están directamente relacionados con la posibilidad de experimentar con y en ella. Ahora bien, nos pareció importante distinguir que aquella relación que experimentamos y constituimos con la naturaleza debe realizarse desde la exploración y la convivencia para aprender a coexistir. No así desde la dominancia, puesto que esta posición jerárquica frente a los elementos naturales es parte de la cosmovisión moderna que nos ha conducido a su mercantilización y destrucción.

Fragmentos de carbón de un árbol quemado.

Fragmentos de carbón de un árbol quemado.

Finalmente, luego de compartir muchas vivencias y reflexiones, volvimos de nuestra caminata al refugio para almorzar juntos, digerir sentimientos e ideas y conversar distendidamente sobre los puntos clave en las investigaciones, experiencias, historias y culturas en torno al fuego. Así, pudimos llevar algunas de estas reflexiones a la Escuela de Campo del día siguiente en Temuco, en dónde abordamos específicamente cómo desarrollar planes comunitarios para prevenir o reaccionar frente a incendios forestales.


Imagen de cabecera: Un ejemplo de fuegos pasados en el sitio de Bosque Pehuén. Smart Forests, 2024.

Los materiales del Smart Forests Atlas son de uso libre para fines no comerciales (con atribución) bajo una licencia CC BY-NC-SA 4.0. Para citar esta historia: Tiara Torres, Paula, Pablo González Rivas, and Jennifer Gabrys ,"Fire Ecologies: Field School," Smart Forests Atlas (2024), https://atlas.smartforests.net/en/stories/fire-ecologies-field-school/.

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Fragmentos de carbón de un árbol quemado.