Tal como nos compartieron las residentes de “Ecologías del Fuego”, podemos entender cómo desde una visión únicamente centrada en el ordenamiento territorial y la panorámica satelital de los paisajes físicos, el fuego o los incendios, con la carga social que contiene esta palabra, pueden ser vistos como plagas. También, desde otras visiones y cosmovisiones, logramos comprender que, en otros momentos, esos incendios pueden entenderse como una manifestación del fuego que favorece el equilibrio de la naturaleza. Entonces, para nosotros esa conexión es interesante, porque podemos entender por qué al decir “estamos plagados de incendios forestales en Chile” estamos reduciendo demasiado el análisis de un conflicto socio-natural, que bien puede ser una gran oportunidad para cuestionarnos nuestra relación con la naturaleza y sus elementos.
Ahora bien, las narraciones sobre la manera en que el fuego se relaciona con los distintos ecosistemas y asentamientos humanos, nos adentraron poco a poco a la necesidad de distinguir los efectos de los incendios en los bosques, caracterizados por la presencia de biodiversidad, ya sean estos compuestos por especies endémicas, nativas o exóticas. Comparado con el efecto de los incendios en los conjuntos arbóreos de monocultivos forestales, extensamente presentes en Chile, donde aproximadamente el 60% de esta superficie corresponde a pino radiata, el 33% a especies del género
eucalipto
y el resto a otras especies, tales como, átriplex, tamarugo y pino oregón. Estas plantaciones se encuentran localizadas principalmente entre las regiones de O’Higgins y Los Lagos. De acuerdo con estadísticas de Conaf, en el período 2010-2022 las plantaciones forestales han sido el principal tipo de vegetación afectado por los incendios (a un promedio de 44.000 hectáreas anuales), lo cual representa el 40% del área total quemada (comparado con un 17% para los bosques nativos). En la década 1990-1999, los incendios de las plantaciones forestales afectaron a 10.000 hectáreas anuales, lo cual correspondía a un 20% del área total quemada. Por ello, nos llama fuertemente la atención que incluso instituciones como Conaf, denominen a estas plantaciones como bosques, ya que vemos cómo carecen de un elemento constitutivo de estos que es la biodiversidad y la homogeneización del paisaje, el cual es finalmente uno de los factores claves en la propagación de los incendios. La cual permite no sólo la resistencia a los efectos del fuego, su propagación, intensidad y frecuencia, sino que también permite la
regeneración
de estos ecosistemas, una vez afectados por incendios.
Valeria nos comparte su preocupación por la intencionalidad humana en los incendios forestales, considerando no sólo el hecho de cómo se inicia el fuego, sino que también al ver la manera en que se han manipulado los paisajes en Chile, donde las plantaciones forestales han ganado cada vez más extensiones territoriales. Con altas densidades y escasa fiscalización por parte de las autoridades pertinentes respecto a sus prácticas de manejo, las cuales deben apegarse a una legalidad que ya es bastante permisiva en este aspecto. Según ella, esto releva el hecho que el problema no surge de la especie utilizada en los
monocultivos
necesariamente, sino que de las prácticas humanas al realizar monocultivos, debilitando ecosistemas y generando paisajes altamente propensos a incendios forestales destructivos.